miércoles, 19 de abril de 2017

Burocracia y mercado o ciudadanía: la política de los paños calientes y algunas alternativas desde el bien común un artículo de nuestro libro SIN PODER






Ya puedes encontrarte en alguna esquina, o a la sombra de algún árbol con el libro SIN PODER. Construyendo colectivamente la autogestión de la vida cotidiana. coordinado por Javier Encina y Ainhoa Ezeiza. 

Vamos a ir dando algunas pinceladas de los artículos que componen este libro.

Información sobre el libro http://desempoderamiento.blogspot.com.es/2017/03/sin-poder-primer-libro-de-la-tetralogia.html










Burocracia y mercado o ciudadanía: la política de los paños calientes y algunas alternativas desde el bien común. Felipe GARCÍA LEIVA
El debate y las prácticas de la administración de los servicios y los asuntos públicos parece anclada en dos únicas posibilidades: realizarlas directamente desde los aparatos públicos estatales o dejarlas en manos del sector privado. Aunque es cierto que se ha producido toda una serie de variantes mediante la hibridación de estos polos; quizás la más conocida es la que se podría denominar fórmula socialdemócrata, que reserva una parte de la titularidad, la gestión y la financiación de los servicios al sector público, pero que encarga otra sustancial a la iniciativa privada. A su vez, las corrientes de corte más liberal entienden que el papel del estado debería reducirse a su mínima expresión y que sean las iniciativas privadas y el mercado quienes se encarguen no solo de gestionar dichos servicios, sino hasta de regularlos. Las diferencias de grado que se dan entre estas cuatro opciones (estatalitas, mercantilistas, socialdemócratas y liberales) han ido generando un gran número de prácticas mixtas y han seleccionado qué estructuras sociales deben ser las operadoras, lo que ha venido a denominarse los agentes sociales encargados de dicha labor.
Más que el análisis o la valoración del papel que han venido desempeñando cada una de estas perspectivas y agentes sociales, aquí nos interesa señalar cómo se han sacado de la ecuación otras posibilidades que no encajan dentro de este esquema dual. Sobre todo las que tienen que ver con la participación efectiva y directa de la ciudadanía; las alternativas que se han ido proponiendo y desarrollando mediante los tejidos de solidaridad y convivencia más o menos informales: lo que se viene conociendo como prácticas del ‘bien y los cuidados comunes’, el ‘mutualismo’, la ‘cooperación’, la ‘economía social’ o la ‘ayuda mutua’. Como veremos, estas otras maneras de hacer juntos, no solo se han obviado, obstaculizado o marginado, sino que, pese a ello, en gran medida el estatalismo y el mercantilismo son posibles porque sus déficits, vacíos y excesos se han corregidos por estas solidaridades informales, por ese olvidado pilar fundamental del estado del bienestar. Pero cometeríamos un error si tan solo consideráramos estas prácticas de convivencia y solidaridad como una mera reacción a los sistemas burocráticos y privados o la fuga a sus arcadias escondidas de unos cuantos outsiders. Como cuentan y demuestran historiadores como Edward Palmer THOMPSON, los mecanismos de ayuda mutua y de bienes comunes tienen un componente de contestación y resistencia ante los desmanes de los aparatos y las dinámicas burocráticas y privatizadoras, que se irán estableciendo cada vez con mayor preponderancia con la revolución industrial, llegando en nuestros días a sus cotas más altas de penetración e implantación sociocultural. Pero el autor inglés también señala que se trataba de unas maneras de hacer juntos que ya existían desde antes y no dependían o no eran simplemente una oposición a aquellos procesos privatizadores y de burocratización de la vida. De hecho, uno de los empeños más acérrimos de aquella clase social de ricos y burgueses industriales y actualmente de las élites ultraliberales y del socialismo neoliberal no ha sido otro que oponerse e intentar destruir cualquier vestigio, institución sociocultural o práctica basada en la ayuda mutua y en los bienes comunes, aquellas que se pudieran convertir en una referencia para la ciudadanía o una alternativa a unos modelos hegemónicos que se proponen a sí mismos como los más perfectos, cuando no como los únicos posibles. Muchas de las experiencias que he podido conocer de estas otras formas de preocupación y ocupación por el prójimo, no solo son prácticas anticapitalistas y antiburocráticas, sino que albergan en su concepción y desarrollo aspectos originales y hasta independientes a los patrones de pensamiento y actuación dominantes. Son propuestas en positivo, no solo negaciones o resistencias a algo.




A continuación, vamos a presentar dos casos concretos que muestran cómo las prácticas cotidianas solidarias y basadas en el bien común corrigen los agujeros de los sistemas estatalistas y privados, además de cómo son capaces de crear alternativas diferentes y que se salen de las lógicas chatas de aquellos. El primero tiene que ver con la inmigración, el cuidado de los más jóvenes y las personas de la tercera edad. Con el siguiente mostraremos cómo las formulas estandarizadas se han mostrado incapaces de dar una respuesta mínimamente decente a una de las situaciones más graves de abandono e insolidaridad social: el de la gente que se ve abocada a vivir y dormir en la calle. Esbozaremos algunos aspectos que muestran cómo se ha desarrollado todo un negocio de intereses corporativos en torno a la explotación de la pobreza, pero también cuáles podrían ser algunas de las alternativas a este estado de cosas en base al reconocimiento de los derechos de las personas más desfavorecidas y de sus propias capacidades

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